martes, 6 de julio de 2010

¿Qué le pedirías a Dios si supieras que mañana vas a morir?


¿Que harías si sabes que vas a morir mañana? ¿Ver todo lo más posible? ¿Oír, oler, comer, sentir, apreciar, lo que más se pueda? ¿Pasear, visitar la mayor cantidad de lugares? ¿Hacer lo que no hiciste en el pasado? ¿Qué harías?


Yo te quiero platicar de alguien que lo que hizo fue, orar, hacerle a Dios la petición más importante de su vida, y vaya que seguramente tuvo muchísimos momentos tan difíciles en su vida, pues nació en 1910. ¿Qué le pedirías a Dios? Quizá le pedirías que te diera más vida, que tal unos cinco años más, o le pedirías que tu muerte no fuera tan dolorosa, o que fuera rápida.


Yo conocí a alguien que teniendo ya algunos años de no estar en plenitud de sus facultades mentales, y que Dios le concedió momentos de lucidez un día antes de morir, y enfrentándose a este momento, oró y sencillamente dijo: "Dios, mi Padre, bendice a mis hijas, bendice a mis hijos, bendice a mis nietos, bendice a mis bisnietos, bendice a toda mi familia", y tuve el privilegio de estar incluido en esa bendición pues era mi abuela, "Abuelita Conchita" como le decíamos sus nietos, su nombre Concepción Escalante Narvaez, quien falleció a los 99 años 6 meses este domingo 4 de julio del 2010, aunque en realidad, recibió su ganancia, pues vivió para Cristo y murió para Cristo, ahora vive con Él.



Eso hizo mi abuelita, postrada en cama desde hace muchos años, invidente desde hace tres, con problemas para reconocer, reflexionar, diferenciar entre los recuerdos de la primera infancia y la realidad actual, incapaz ya de alimentarse por sí misma, siendo alimentada por una sonda en su traquea, sin poder caminar por la debilidad de sus piernas, pero siempre en medio de sus circunstancias refugiándose en los salmos memorizados durante su vida cristiana, y en los cantos aprendidos cada domingo en los cultos en su iglesia, a los cuales nunca faltó sino hasta que su salud se lo impidió, una cristiana fiel, sencilla, perseverante, pero sobre todo amando a Dios con todo su corazón.



Todos sus familiares consanguíneos y políticos la vamos a extrañar, pero nos deja el testimonio de una vida, que desde que se entregó a Jesucristo tuvo, de intercesión por su familia, y que en los últimos momentos siguió con ese clamor lleno de amor, cuando frente a la muerte, y siendo llevada por Dios a tener conciencia plena, lo único que le pidió a Dios, en la oración más importante de su vida fue "Dios bendice a toda mi familia", por lo que la familia completa clamó: "Dios, gracias por Conchita".

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